Por Diana Mondino
La economía argentina está en “pausa”. No avanzamos ni
retrocedemos. Tenemos múltiples problemas que no progresan o a los que no se les encuentra
solución. Si fuera un dibujito animado, parecería detenida en el aire, y no sabemos si pronta a
volar o a estrellarse. A diferencia de los dibujos, donde el protagonista casi siempre sale bien
parado a pesar de las vicisitudes, en la vida real eso no puede asegurarse.
Desde las
PASO y fundamentalmente desde que asumió el nuevo gobierno, tenemos múltiples cambios en reglas
de juego. Mejor dicho, múltiples suspensiones de reglas de juego “sólo por 180 días”, hasta
tanto haya nuevas decisiones. Esto paraliza a la economía: no sabemos lo que ocurrirá el día 181
y así es difícil para empresas y personas tomar decisiones. En esta situación están las
jubilaciones, la ley del conocimiento, las obras sociales, las exportaciones, las tarifas, y
muchos temas más. Ni hablar de la deuda del Estado nacional y provincias.
Las razones por
las que se tomó la decisión de una Ley de emergencia tan amplia y de iniciar conversaciones para
reestructurar la deuda se basan en la falta de fondos para cumplir con todos los compromisos.
Aquí el primer dilema del Gobierno: ¿lograr más recursos en el corto plazo, con mayores
retenciones e impuestos, a costa de menor crecimiento? ¿O fomentar el crecimiento sin aumentar
impuestos y reduciendo el gasto? Se optó por una mezcla de ambos: menos gastos en jubilaciones y
más impuestos. Otro dilema es la necesidad de financiar al Estado sin acceso a nueva deuda, pero
sin generar más inflación por mayor emisión. Se decidió por anunciar renegociación de deuda -que
no genera más fondos- y utilizar las reservas del BCRA para pagar los vencimientos actuales
debilitando aún más a la ya muy golpeada política monetaria.
Ninguna de estas decisiones
puede mantenerse en el tiempo. Si a esto sumamos el cúmulo de temas a definir en el corto plazo,
no es de extrañar que haya un “impasse” en la economía. Para ser justos, es difícil que la
inmensa cantidad de nuevos funcionarios pueda estar al tanto de las actividades y decisiones
-buenas, regulares o malas- que en cada caso se estaban tomando hasta que asumieron. Esto
también necesariamente demora todo tipo de definiciones.
Más útil sería un enfoque en que
se “anclan” algunas variables, para que sirvan de referencia. Por ahora se está utilizando
solamente el valor del dólar, con grandes restricciones. Pero no es útil ni sostenible. Hasta
que no se defina qué ocurrirá con la política energética no podremos saber qué inversiones
habrá, hasta que no se definan las tarifas no podremos saber qué subsidios habrá, hasta que no
se vea el impacto de las retenciones y aranceles en comercio exterior no podremos saber qué
saldo en divisas habrá. Por lo tanto, no podremos saber por cuánto tiempo se puede mantener el
ancla del dólar.
Podría hacer el mismo razonamiento respecto a la deuda: hasta que no se
sepa en qué condiciones se pacta la tasa de interés la misma será fenomenal, con esa tasa no hay
crédito interno posible, sin crédito es imposible crecer, sin crecimiento es imposible pagar la
deuda… ¡cualquiera sea las condiciones que se pacten!
No quiero aburrir con más
ejemplos: ¿queda claro que no se pueden tomar decisiones aisladas? Justamente por eso en las
economías desarrolladas se establecen ciertas reglas de juego que ayudan a las familias y
empresas a tomar sus decisiones. Esperemos tenerlas pronto… y que sean consistentes entre
sí.
* La autora es economista de la UCEMA